Es muy importante que se mantenga la memoria de las luchas de los de abajo, ya que no suelen ser explicadas desde arriba. Hoy se cumplen 99 años de la promulgación del decreto de 8 horas laborables en el estado español, siendo el primer país del mundo que regulaba un derecho que hoy entendemos básico para los trabajadores y trabajadoras. Además se reconoció el derecho a la negociación colectiva por parte de los sindicatos, incrementos salariales, libertad a los presos y readmisión de todas las personas despedidas.
El Gobierno se vió obligado a aceptarlo no por benevolencia, sino como consecuencia de 44 días de huelga general en Cataluña que paralizaron completamente la actividad industrial y económica.
Ante la criminalización actual de la derecha económica al derecho de huelga, la mayor herramienta de la clase trabajadora para defender nuestros derechos, os hacemos llegar la historia de la Huelga de la Canadiense. Hoy nos vamos a casa después de 8 horas por esta lucha.
La Huelga de La Canadiense
Inicio de la huelga
La huelga se originó en solidaridad con ocho personas despedidas de la plantilla de oficinas de la compañía eléctrica Riegos y Fuerzas del Ebro. Al pasar parte del personal de temporales a fijos, la empresa decidió bajarles el sueldo. Algunos de estos obreros eran miembros del sindicato único de la CNT y recurrieron a este para plantear el conflicto, lo que provocó sus despidos. A los tres días, el 5 de febrero, los trabajadores de la sección de facturación de la empresa se declararon en huelga hasta la readmisión de las personas despedidas y enviaron una comisión al gobernador civil, al presidente de la mancomunitat y al alcalde para que intervinieran. La dirección llamó a la policía para que los echara de la fábrica. Su despido motivó que otras secciones de la compañía se unieran a la huelga.
En febrero de 1919, se inició la que más tarde sería conocida como la «Huelga de La Canadiense», llamada así porque el principal accionista de la Compañía era Canadian Bank of Commerce of Toronto. El conflicto comenzó al organizarse entre el personal de oficinas, un Sindicato Independiente, que el gerente de La Canadiense, Fraser Lawton, nunca aceptó, por lo que éste empleó como estrategia hacer fijos ocho empleados eventuales y rebajarles el sueldo. Estos protestaron con el argumento de que: «a mismo trabajo, mismo sueldo». Estas ocho personas, que eran precisamente las que habían organizado el Sindicato Independiente dentro de la empresa, inmediatamente fueron despedidos por Lawton. Cinco de los sancionados pertenecían a la sección de facturación y sus compañeros, en acto de solidaridad, el día 5 de febrero de 1919 se declararon en huelga. Rompiendo la pluma y tirando los tinteros, se negaron a seguir trabajando hasta que se readmitiera a sus compañeros despedidos. Los 117 empleados de la sección de facturación se dirigieron hacia Gobernación para hablar con el gobernador, que les prometió que intercedería por ellos ante la empresa, si volvían al trabajo. Cuando éstos volvieron, se encontraron con fuerzas de la policía que les impedían el paso, no dejándoles entrar al interior del edificio, produciéndose diversos incidentes y quedando todos ellos despedidos. Al día siguiente la noticia corrió por Barcelona como un reguero de pólvora.
Manel Aisa
En este punto el conflicto que se plantea adquiere otros tintes, ya no es solo una lucha laboral, lo que está en juego es el reconocimiento de los sindicatos. Se nombró un comité de huelga formado por varias de las personas despedidas y miembros de la CNT, liderado por Simó Piera. El 8 de febrero casi toda la plantilla se declaró en huelga y los cobradores se negaron a cobrar recibos. Una parte de la plantilla de Energía Eléctrica de Cataluña comienza a solidarizarse e inician la huelga en su empresa. Los obreros de La Canadiense publicaron las bases que presentaron a la empresa: readmisión de todas las personas despedidas, aumento de sueldos, despido de esquiroles y ninguna represalia por parte de la dirección. A los dos días la empresa respondió con un comunicado acusando a los sindicatos de aprovecharse políticamente del conflicto. El 17 de febrero se declara la huelga en el sector textil.
Huelga general en Barcelona
El 21 de febrero la huelga en el sector eléctrico era general, con la suma de todas las plantillas de las compañías eléctricas. De esta manera el 70% de la industria catalana, los tranvías o diarios se vieron afectados provocando su paro forzoso. Tras hablar con la embajada inglesa, el gobierno del Conde de Romanones se incauta de la empresa y envía a algunos elementos del cuerpo de ingenieros y de la armada. Los técnicos militares, consideraron que necesitarían cuatro días para restablecer el servicio. Milans del Bosch, capitán general de Barcelona, consideraba, al contrario del gobernador, necesario declarar el estado de guerra. El 27 de febrero la huelga en las compañías de electricidad, gas y agua es ya general. Romanones declara ese mismo día que dimitirá cuando se restablezca el orden en Barcelona.
El 1 de marzo el gobierno se incautó del servicio de aguas y el alcalde se puso en contacto con el comité de huelga. Este presentó sus condiciones, dando un plazo de dos días para contestar. Las condiciones eran: libertad para las personas presas desde el 16 de enero, la apertura de los sindicatos y la inmunidad del comité de huelga. Las propuestas fueron rechazadas por el Gobierno y las compañías publicaron que todos aquellos trabajadores que no volviesen a trabajar el 6 de marzo serían despedidos. En este contexto aparece la censura roja auspiciada por el sindicato único de Artes Gráficas. Este prohibió toda publicación sobre el conflicto que fuese perjudicial para los intereses obreros. Esta censura llegó a retrasar bandos gubernamentales e imponer y cobrar multas a diarios y delegados sindicales. El 7 de marzo empezó una huelga en el sector ferroviario que el 12 del mismo mes ya era general. El 9 de marzo el gobierno consiguió publicar el bando del capitán general Milans del Bosch, para la movilización de todos los obreros de las empresas en huelga. Este bando dictaba una pena de cuatro años de cárcel para quienes no se presentasen en sus zonas de reclutamiento. La mayor parte de los trabajadores no se presentaron y fueron encarcelados en el castillo de Montjuich, donde llegaron a internarse casi tres mil presos.
El fin de la huelga
El 13 de marzo José Morete, Subsecretario de la Presidencia, llega a Barcelona, Carlos Montañés, ingeniero de simpatías catalanistas, es nombrado Gobernador Civil y Gerardo Doval es nombrado jefe de policía. A la vez se declara el estado de guerra y se mantiene la censura de prensa. El Gobierno estaba preocupado por varios motivos: la extensión de la huelga a otras zonas de influencia de la CNT como Valencia, Zaragoza o Andalucía y la amenaza de la UGT de solidarizarse. Al día siguiente Lawton y Montañés tienen una reunión donde el segundo convence al primero para que negocie con el comité de huelga. En estas reuniones, que tendrán lugar en la sede del Instituto de Reformas Sociales entre el 15 y 17 de marzo, se negocia entre todas las partes y se llega al siguiente acuerdo: el final de la huelga, libertad para todo preso social que no estuviera sometido a proceso, readmisión de todo huelguista sin represalias, aumento general y proporcional de los salarios de los obreros de La Canadiense, jornada máxima de ocho horas y el pago de la mitad del mes que se estuvo en huelga. Para que este acuerdo se pudiese llevar a cabo se tendría que contar con el consentimiento de los trabajadores, para ello se llevó a cabo un mitin en la plaza de toros de Las Arenas al que asistieron alrededor de 20.000 obreros. En este mitin, tras la intervención de Seguí se aceptó finalizar la huelga.