Sobre el papel la devaluación interna parece una buena solución cuando no tienes el control de la moneda.
Devalúas salarios, reduces costes y aumentas la competitividad gracias a que la devaluación se traslada también a los costes sobre la producción. Como has rebajado salarios, podrás abaratar precios de los productos y servicios, facilitando así las exportaciones.
Los neoliberales se creen a pies puntillas estas teorías, lo que ocultan tras sus fórmulas matemáticas son el aumento desmesurado del paro, la desregulación de los mercados laborales (desregulación neoliberal para los amiguetes), y reducciones de las políticas sociales.
En este contexto se sitúa Cap Gemini, que aplicando la doctrina del shock, pretende realizar una devaluación interna que sobre el papel parece afectará a todos los estratos. Sin embargo la realidad es que la mayor pérdida de poder adquisitivo se la llevan los de siempre.
Basta con un ejemplo de matemáticas básicas. Un empleado cuyo salario sea de 24.000€ en primera instancia su reducción salarial será de 1200€ anuales. Un empleado que por contra cobré 48.000€ verá reducido en 1440€ anuales. Podemos ver que pese a que la diferencia salarial es de un 50% las reducciones son de tan solo un 0,5%.
Recuerdo cómo hace un par de años se nos instó a acudir masivamente a las reuniones en las cuales se nos informaba de los planes de futuro de la compañía. Con una gran sonrisa se nos informaba que Cap era una empresa que iba a generar valor. Que el futuro de la compañía pasaba, no por realizar una bajada de precios, sino por mantenerlos y dar un valor añadido que el resto de consultoras no podrían realizar.
Irónicamente mientras Cap lanzaba su plan de comunicación las bolsas se hundían estrepitosamente. Seguro que alguno de sus directivos se aprovechó de esta situación.
Dos años después, vista la incompetencia de la dirección, se traslada la bajada de precios a los empleados, en la parte alta de la pirámide hay muchas bocas que alimentar. Bocas que intentan acallar su incompetencia y su nulo hacer, parapetados en su bunker rodeados de pelotas que luchan por escalar un peldaño y tapar así su mediocridad.
¿Valor, talento? Eso no va con nosotros, eso es lo que le hemos vendido a nuestros clientes. La realidad es más bien lo contrario. Y es normal, es lo normal cuando el máximo exponente del beneficio de Cap ha basado su crecimiento a costa de paellas pagadas con la visa corporativa con miembros de la Generalitat Valenciana.
Se ha creído que el crecimiento de Cap Valencia era un ejemplo a seguir, obviando que este se ha creado a la sombra de los contactos, basta con observar los “grandes” clientes que se gestionan desde Valencia. Pero para los incompetentes jamás hay castigos. Sus propios palmeros se encargan de auparlos y de mostrar sus – nulas – cualidades.
Llevamos años sumidos en una congelación salarial, llevamos años sumidos en la mediocridad como empresa, llevamos años ahogándonos en nuestra propia incompetencia. Quien tiene algo de responsabilidad escurre el bulto e intenta culpar de su mediocridad a los trabajadores. Cualquier cosa con tal de no apearse del burro y fingir tener conocimientos.
¿Cuántos empleados válidos llevan años pudriéndose en clientes desperdiciando su enorme talento? Tal vez demasiados para una empresa que predica que va a generar valor frente a sus competidores.
Es por todas estas razones que los trabajadores de Cap estamos hartos. Hartos de ver como nuestros, supuestos, líderes actúan como avestruces. Escondiendo la cabeza ante los problemas, parapetados en sus mesas con sus portátiles como escudos.
La última ocurrencia, rebajas de salarios equivalentes a mes y medio de salario bruto. ¡Ya está bien! Huelga indefinida, si quieren realizar recortes que empiecen modificando su modelo de gestión, que empiecen con despidos de incompetentes que no saben gestionar una cuenta.